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La muerte es la aventura más esperada por todos, se espera esa llama del fuego que sentimos al aproximarnos a lo desconocido, creando nuevas y extravagantes fantasías tratando de imaginar cómo será lo inimaginable, y aunque se nos llena el cuerpo de miedo al abandonar todo lo conocido, la muerte nos dará lo desconocido.  ¿Qué es la vejez? La vejez es el nuevo comienzo que esperábamos tras un largo camino, es ese inicio que nos da miedo y angustia pero sabes que es algo de lo que no podremos huir así queramos, es como la noche, algo intimidante pero esperado tras un largo día de sol.

La inevitable muerte y la extraordinaria vida son compañeras inseparables, al igual que la tristeza y la nostalgia al esperar un futuro incierto, o el conocimiento del amor con la profundidad de una lagrima tras la primera noche interminable de un abandono. La muerte es una obsesión por conocer lo que nadie conoce, la desconfianza de saber si existe algo después o solamente desaparecemos como la neblina tras una madrugada fría. Nos lanzamos al vacío al imaginar cómo será después, que pasara en lo que viene después del atardecer de nuestras vidas. Un blanco fondo de paz se puede formar en esas ideas al entregar todo en pensar que lo que viene después de la muerte es algo que disfrutaremos, pero en realidad no somos capaces de descartar la idea de que tal vez solo encontremos soledad y lluvia de lágrimas al estar en esa etapa. Así como la vejez es el atardecer de la vida, la muerte es el amanecer de una nueva vida desconocida, que puede estar llena de pasión como de resignación al ver la oscuridad de lo que vendrá. Por el momento solo nos queda imaginar cómo será, pero pronto llegara el tiempo de dejar de imaginar y vivirlo, lo esperaremos con ansias.

El caer de la noche

Mi hermana era una niña risueña, llena de carisma, era capaz de llenar una habitación entera de luz con tan solo sonreír, tenía muchas metas y aspiraciones que sé que lo iba a lograr, tenía toda una vida por delante, pero le arrebataron todas sus oportunidades al asesinarla de una manera despiadada a su corta edad. La persona que la asesinó la conozco, pues la asesinaron frente a mí; solo conozco una palabra que puede describir a ese hombre y es despreciable, odio a ese hombre. El cuarto en el que murió era muy pequeño y obscuro, la luz del sol no entraba por ningún lado, era un lugar obscuro que solo tenía una cama y una mesa donde una fila de ropa sucia estaba acumulada, el lugar apestaba a suciedad al igual que ese hombre. Pobre mi hermana, la persona menos indicada sufrió lo que nadie debe sufrir, no lo merecía.

Todo comenzó cuando ella llegó a esa habitación, entró sin miedo alguno como si no le temiera al hombre que le esperaba adentro, como si lo conociera. Llego con una sonrisa esperando encontrar otra de vuelta, pero su sonrisa se convirtió en dolor. Entró lentamente en la habitación y preguntó al hombre “¿ Cómo estás?”  él no respondió, ella continuo mirándolo con algo de intriga pero continuaba con ese brillo en los ojos que solo ella tenía. Se acercó al despreciable hombre y le dijo “Vengo a contarte algo, me enteré que pronto te internarán en un centro de rehabilitación” se sonrojó y continuó diciendo “ ya sabes… por tu problema” El rostro del hombre en un instante se volvió pálido y se le notaba le preocupación, pero de un segundo a otro su expresión cambió, se notaba la rabia en su mirada, la forma en que sus ojos la veían y como su boca se fruncía con cada palabra que seguía pronunciando mi hermana, me pude dar cuenta de que la rabia se convirtió en maldad y odio y gritó “¿Crees que soy un drogadicto? ¿Acaso eso piensas de mí?” En ese momento mi hermana se comenzó a dar cuenta de la seriedad del problema y se comenzó a asustar, pero aun así no tenía miedo de seguir ahí, pensaba que el jamás sería capaz de lastimarla. Comenzaron a discutir, pero mientras más discutían, él se iba enfadando más. Mi hermana era muy inocente y el hombre la pasaba con muchos años, por supuesto que era mucho más fuerte que ella y mi dulce hermana no tenía ninguna oportunidad contra él. Mi hermana, ya asustada quiso retirarse de la habitación rápidamente pero él no la dejó, la tomó del brazo y la jaló con brusquedad hacia atrás, ella comenzó a llorar y el comenzó a gritarle que se callara, le gritaba de una manera tan violenta, tan brusca, tan descontrolada que cualquiera que estuviera ahí se hubiese dado cuenta que eso no iba a terminar bien. Mi hermana siguió llorando como lo que era, una niña hasta que él la abofeteó tirándola al suelo de un solo golpe, mi hermana no entendía lo que pasaba, no sabía por qué él había reaccionado así de violento, ella solo quería escapar, salir de ahí y buscar refugio en nuestros papás que lamentablemente no estaban ahí. Hubo un momento de silencio, las lágrimas de ella solo corrían por sus mejillas rojas tras el golpe, el no derramaba un una sola lágrima, no mostraba rasgos de tristeza solo mostraba rabia y gritó “Yo no me pienso ir a ningún lado”  Se abalanzó contra ella y comenzó a golpearla, lo único que mi hermana podía hacer era gritar, gritar tan fuerte como pudiera para que alguien la rescatara, pero nadie lo hizo. Su dulce voz se convirtió en pánico, se notaba en sus rasgos el miedo que tenía, el miedo a la muerte. Continuó golpeándola coda vez más fuerte, cada vez con más iras, como si nada pudiera saciar las iras que tenía en ese momento y toda su rabia la descargaba en ella. En el momento que mi pequeña hermana se dio cuenta que él no se detendría, dejo de gritar por ayuda, dejo de luchar y suplicar que parara, dejo de intentar sobrevivir y solamente dejó que la golpeara. En el fondo, ella sabía que iba a morir en manos de alguien en quien confiaba, claro que confiaba en él sino nunca hubiera ido sola allá.

Después de varios minutos de lastimarla, minutos que parecieron horas, el sacó un cuchillo y antes de clavárselo varias veces, ella dijo entre lágrimas “Tranquilo, este no eres tú, te perdono por lo que vas a hacer, te amo hermano.” Cerró sus ojos y comencé a clavar el cuchillo varias veces en su pecho y estómago, trataba de detenerme pero no podía, la rabia era inmensa.  Dejé de escuchar su corazón latir y me detuve, y sí, ese monstruo era yo. No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo hasta que me detuve, hasta que tenía toda mi cama, mi ropa y mis manos manchadas de sangre, sangre de mi hermanita menor, a quien yo maté tenía al frente mío muerta, no había sido capaz de darme cuenta que era yo quien estaba tratándola así.

El pequeño, delicado y dulce cuerpo de mi hermana se encuentra alado mío, no soy capaz de deshacerme de él, ¿soy un cobarde? Por su puesto que soy un cobarde, sé que soy un monstruo, he hecho daño a tanta gente con mis actos pero jamás había matado a alguien, y jamás pensé que llegaría a matar a alguien, mucho menos a alguien que amo y que era todo lo que tenía. Lo hice por miedo, miedo a que me abandone, a que ella sintiera vergüenza de mí por ser un drogadicto, no quería ser internado y que ella, mi dulce niña desapareciera de mi vida, pero yo fui quien la hizo desaparecer.

Hermanita, pobres nuestros papás, pronto tendrán que enterrar dos ataúdes, porque yo vengaré tu muerte, matare al hombre que te mató.

Vengaré tu muerte

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